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Web soriaromanicaEl equipo de arqueólogos del Proyecto Cultural Soria Románica ha encontrado una singular cruz de bronce durante las excavaciones que se están realizando en el interior de la nave y en la galería de la iglesia de San Miguel de San Esteban de Gormaz.
La cruz, fechada en el siglo XII, tipológicamente podría corresponderse con una cruz patriarcal o de doble traversa, con doble brazo, uno de menor dimensión.
Se trata de un Crucifijo de bronce, seguramente sobredorado, en bulto, conservado parcial o totalmente en las diversas piezas metálicas que compondrían la pieza completa y aparecidas asociadas a él, cuyo ensamblaje y disposición final habrá que esperar a conocer con posterioridad al proceso de restauración del conjunto. Sólo muestra preparación su cara anterior (anverso) para ser vista, lo que puede hacer pensar en que dicha Cruz estuviera pensada para ser adosada a un soporte (arqueta, frontal etc.) o, lo que parece más probable, que se adhiriese a un alma de madera para formar una cruz con anverso y reverso, más el recubrimiento lateral.
La pieza principal del conjunto la forma la cruz y Cristo crucificado. La primera, formada por dos piezas correspondiente a cada uno de los travesaños de la cruz, aparenta tener forma de tau, es decir, un travesaño vertical rematado por el correspondiente occidental, sin que el primero exceda por la parte de arriba. Da la sensación de que el travesaño largo pasaba por detrás del coro. Las dimensiones son:
Travesaño vertical: Altura: 103 mm. Anchura: 19-20 mm.
Travesaño horizontal: Longitud: 86 mm. Anchura: 19-20 mm.
Cristo: Altura: 78 mm. Anchura: 51 mm. (extremo brazos extendidos)
La cruz presenta finas incisiones longitudinales enmarcadas por una más profunda que las delimita, y apreciables fundamentalmente en el travesaño corto. En los extremos del mismo se aprecian los dos pequeños clavos que fijarían la cruz al soporte al que en su día posiblemente estuvo adherida. Al lado de dichos clavos, en dirección a los brazos del Cristo, pero todavía a distancia, dos cabujonesEn el travesaño largo, el espacio que ocupa el Cristo y el peor estado de conservación dificultan la descripción. Lo más relevante, sin duda son los dos enormes cabujones de forma ligeramente ovalada que se sitúan por debajo de los pies del Cristo.
La pieza más interesante es el propio Cristo crucificado, que aparece con corona. El Cristo se fija a la cruz siguiendo el modelo de cuatro clavos, todos conservados. Con los dos brazos extendidos, el izquierdo es ligeramente más corto que el derecho. Los dedos se individualizan mediante incisiones. Ladea la cabeza a la derecha, desproporcionada con respecto al resto del cuerpo. La mano derecha también acusa desproporción con respecto al conjunto. El perizonium cubre hasta las rodillas, con pliegues rectos que simétricamente reproducen los pliegues del paño. La pierna izquierda se cruza por encima de la de la derecha, para luego separar los pies (en forma bicaudada).
Es difícil referirnos a detalles de expresividad y anatomía, dada la suciedad de la pieza. En esta primera valoración, el rostro del Cristo, que parece barbado, parece mostrar hieratismo y frontalidad, con un rictus en la boca que produce una expresión severa. La corona, con cuatro remates, está incisa asimismo, y es la única parte de la pieza que, antes de la limpieza, conserva una minúscula huella del sobredorado que en su día comprendería bien la corona entera o, lo más probable, toda la pieza. El torso marca sutilmente incisiones para señalar las costillas.
Se descarta en principio el uso procesional de la Cruz, no sólo por sus reducidas dimensiones, sino también por la ausencia de vástago para hincar (debajo del cabujón inferior, a los pies de la Cruz, se observa el remate de las incisiones que recorren los travesaños). Tales cabujones pueden haber servido para el engaste de piedras preciosas o semipreciosas (algunas se han hallado en el contexto de descubrimiento). Eventualmente, y en referencia a los cabujones pequeños del travesaño corto, pudieron servir para fijar otras figuras de bronce. En este tipo de cruces, en dicha posición podrían ir sendas representaciones de la Virgen y San Juan.
Otros restos asociados a la Cruz
Diferentes piezas de metal y pedrería (cuatro piezas) aparecen asociadas al Crucifijo, sin que se pueda determinar por el momento si pertenecen todos a la misma pieza, desmontada, o conforman varias.
La pieza más relevante es una cruz en una sola pieza, casi de tipo griego (aunque el travesaño vertical es un poco más largo) con cinco grandes cabujones, cuatro en cada uno de los extremos más uno central un poco mayor. Cuatro clavos conservados en dichos extremos muestran que también este elemento se dispondría asociado a un soporte. El anverso, al igual que en el Crucifijo, también muestra estrías en su superficie delimitadas por una caja que lo rodea perimetralmente.
El resto de las piezas lo conforman distintas planchas de bronce, algunas asociadas a madera, que compondrían el alma del Crucificado. Parece que forman el perímetro del lateral de la propia cruz, más algunas piezas de nexo entre las distintas partes.
Estilo y cronología
Con las cautelas debidas, y en una primera aproximación estilística antes de la limpieza del Crucifijo, se puede afirmar que estamos en presencia de un Crucificado románico, lo que nos situaría ante un hallazgo de extremo interés por la cronología de la pieza, datable entre los finales del siglo XI y el siglo XII (el primer Crucifijado conocido es el llamado “de don Fernando y doña Sancha”, de marfil, conservado en el Museo Arqueológico Nacional, donado por dichos reyes a la basílica de San Isidoro de León en 1063). A dicha cronología coadyuvan no sólo las características de estilo, sino el que en ningún caso se observan soldaduras entre las distintas piezas de bronce. No obstante, la ausencia de modelos comparativos cercanos obligan a extremar las cautelas.
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